El titanio es el material habitualmente más utilizado en la fabricación de las diferentes piezas que componen los implantes dentales sobre los que se asientan las prótesis fijas...
Un implante es un tornillo de titanio que actúa como sustituto de las raíces de las piezas dentarias, este es introducido quirúrgicamente en el interior de los maxilares.
Los implantes son elementos metálicos que se ubican quirúrgicamente en los huesos maxilares, debajo de las encías. Una vez colocados en el lugar, el dentista puede colocar sobre ellos las coronas o puentes fijos que reemplazarán a las piezas dentarias perdidas.
¿Cómo trabajan los implantes dentales?
El implante se fusiona con el hueso mandibular, proporcionando un soporte estable para los dientes artificiales. Las prótesis y los puentes colocados sobre los implantes no se deslizan ni se corren en la boca, lo cual es una ventaja especialmente importante para la masticación y el habla. Esta adaptación ayuda a que las prótesis y los puentes (así como las coronas individuales colocadas sobre los implantes) se sientan más naturales que los convencionales.
Para algunas personas, los puentes o prótesis ordinarios resultan incómodos porque les producen irritaciones, tienen bordes demasiado estrechos o provocan nauseas. Además, los puentes tradicionales deben sujetarse a los dientes de ambos lados del espacio vacío. Una ventaja de los implantes es que no es necesario desgastar los dientes adyacentes para que sostengan a los dientes de reemplazo.
Se refuerza y protege el esmalte de las piezas dentales
Se elimina la placa que se forma en la unión de los dientes con las encías
Se eliminan las manchas provocadas por el tabaco, café o vino, así como el sarro que se encuentra debajo de las encías o en los dientes.
Este último es un depósito duro que se acumula en los dientes cuando la placa bacteriana, compuesta de restos de comida y bacterias, no se elimina a tiempo y se mineraliza convirtiéndose en sarro.
Esta sustancia se adhiere al esmalte de los dientes de una forma tan fuerte que sólo puede ser eliminada con una limpieza dental profesional.
El sarro favorece la multiplicación de bacterias que ataca a dientes y encías y si no se elimina puede provocar gingivitis (inflamación de las encías), halitosis (mal aliento) o periodontitis, que afecta a los tejidos que sostienen los dientes y, que si no se trata eficazmente, puede desembocar en la pérdida de los mismos.